A LA MUJER QUE ENCONTRÓ MI CARTERA
Tengo tanto tiempo escondido en el portal de mi casa, que puedo contar todas las hojas del olmo que veo a través de la ventana, caídas durante su vida.
Puedo pintar todos los ojos que alguna vez me han mirado y descubrir su luz.
Puedo gozar del movimiento estático de los peces sin saber nadar.
Puedo escuchar las risas de la naturaleza en un día de lluvia y seguir dormido.
Puedo ver volar en la noche a todos los pájaros y escuchar el latido de sus cien corazones.
Puedo lamer las heridas del apocalipsis con los ojos cerrados y sin lengua.
Puedo distinguir a las personas que cayeron labrando la tierra de aquellas que se irguieron pisoteándola.
Puedo encontrar miles de palabras y escribir la historia de amor que tengo guardada para después de mi muerte.
Tengo tanto tiempo guardado, que puedo pasarme el resto de la vida dando besos a la mujer que encontró la cartera, que perdí una tarde en la escalera del metro sin salir del portal de mi casa.
El cándalo y la perada
Se conocieron descalzos
en el parque.
El cándalo y la perada
sólo se miraron
Él,
camisa cúrvica
ella,
sombrero cordobés
Él,
se insinuó,
asombroso,
con un salto cósmico.
Ella,
lo aceptó
con una sonrisa puntiaguda
Él nació de la luz
del aroma
del silencio roto.
Ella de la sombra
de la naturaleza brusca
de la fuerza
Él creció fuerte,
altivo,
simpático,
indomable,
hasta encontrarla.
Ella chupó la tierra negra,
calzó albarcas,
lamió el pesebre,
subió al olvido,
hasta hacerle gozar
El cándalo y la perada
se durmieron en el parque
Él,
descansó en los flecos de su falda
Ella,
le puso su sombrero
y se cobijo en su sombra
Villancico ridículo
Hacer un villancico muy ridículo
es obligado para quien no reza
pues bastará con no tener pereza
y buscar varios nombres sin artículo
A María le sale un divertículo
a la mula le cortan la cabeza
a José le emborrachan con cerveza
y al niño…, ¡oh! le falta…, ¡un testículo!
Del establo se escapan las gallinas
unos pastores hacen el canelo
los pajes de los Reyes usan gafas
En el estanque faltan las sardinas
y nadie le da al niño un caramelo
pues siempre los belenes son estafas
A UNA PERCHA ROTA
Te recuperé del cubo de basura
Tenías un ala rota y alguien pensó que ya no servías
No servías para sostener el vestido que modelaba su cuerpo
Ni la camisa que cubría su torso
No servías para sujetar con decoro su chaqueta negra
Ni el pantalón vaquero con un desgarro en la rodilla
Tenías un ala rota
Pero el gancho que te ataba a la vida estaba intacto
Te recuperé del cubo de basura
Sentí tu llanto desde la cocina mientras cenaba solo
Te examiné, te vi joven
Tu cabeza estaba sana
Para mí, aún servías.
Busqué tu sitio en el armario,
te coloqué donde habías estado siempre
y ahora por las tardes
cuando regreso cansado a casa
cuelgo mi cinturón en tu cuello
y te abrazo.